3 características del buen psicólogo

  1. Empatía:

    Ponerse en el lugar del paciente. No juzgar jamás lo que estás diciendo ni tus comportamientos en ciertos momentos. Se trata de que te escuche y te comprenda, pero sin establecer juicios de valor sobre si lo que has hecho concuerda con los valores del terapeuta o no. Cada uno tenemos nuestra escala de valores y nosotros no somos quienes de imponer la nuestra.

  2. Congruencia:

    Los psicólogos también tenemos que ser sinceros, no vale la pena, ni sirve para nada actuar como una losa con los pacientes a la que no se pueda tocar, ni entender al emplear términos demasiado técnicos. Se trata de que se cree un clima de complicidad y comprensión en el que nuestro comportamiento también tiene que ser coherente con lo que estamos intentando trasmitir. Ésto no quiere decir que tengamos que hablar de nuestra intimidad ni mucho menos, pero simplemente de actuar con normalidad y trasmitir honestidad para que se cree un clima en el que tú, como paciente, puedas sentirte seguro y puedas soltar todo lo que tienes dentro para que te podamos ayudar.

  3. Aceptación

    Ligado a lo primero, se trata de que el terapeuta te acepte y no intente cambiarte. Nosotros somos guías a la hora de resolver problemas o dudas que puedan surgir, jamás de imponer soluciones. En el contexto terapéutico se trata de que tú te quieras, de que no te cuestiones ni te juzgues por ser cómo eres, y así desarrolles una mejor autoestima que sea un impulsor de soluciones.

Si verdaderamente te sientes así es que estáis en el buen camino y estás trabajando con sinceridad y de una forma saludable. Si no te sientes así y cada vez que vas al psicólogo no sales satisfecho con la atención que recibes no es el momento de tirar la toalla pero sí de buscar a otro profesional con el que encajes mejor.

Somos personas que trabajamos con personas por lo tanto puede que no a todo el mundo le gustemos. Hay muchas corrientes de trabajo y puede que tú aún no hayas encontrado la tuya. Sigue buscando. No abandones.

Artículo escrito por Carlota Serrapio